A MIS CAPATACES

Domingo por la mañana, la ciudad se despierta y se transforma como alguien bien dijo en una “Jerusalén con macetas” sus gentes se engalanan y se echan a las calles para visitar los distintos templos y disfrutar de la que sin duda es la mañana más bonita del año.

Mientras tanto una familia se prepara para afrontar la semana mas intensa, la ciudad les encomienda la tarea mas gratificante que se le puede dar a nadie al igual que difícil como es pasear a Dios por las calles de Sevilla, ya sea con una túnica blanca menospreciado por el rey Herodes, ayudado por Simón en Recaredo, abandonado por sus discípulos en un lejano barrio, trasladado al sepulcro de San Andrés, en un puente crucificado cual Calvario se tratase, azotado en la tabacalera fábrica, abrazado a una cruz ante la mirada de un pueblo entero, sobre los brazos de su madre en una calle que termina en el mismo cielo, todo ello con un paso poderoso y siempre de frente largo y reposao o llevando sobre los pies a su bendita madre bajo palio.

A ellos, a esa familia les tengo que agradecer el poderme sentir costalero por la confianza que han depositado en mi y que espero no haber defraudado nunca.

Quisiera acordarme también de todas esas personas incondicionales que están siempre a vuestro lado por que para llevar a cabo la tarea que desempeñáis es indispensable rodearse de personas de mucha confianza y buen hacer.

Se suele decir que nosotros pasaremos y que la Semana Santa perdurará por los siglos, pero estoy seguro que esta ciudad guardará ese apellido en un rinconcito de su corazón para la eternidad.